Las manos de las madres amaron en la oscuridad, dando forma con caricias sin saber siquiera, sin esperar, solo con amor y más amor. Las manos de las madres, cuando cuelgan vacías a lo largo del cuerpo, viendo la espalda de sus hijos al alejarse, se van llenando, gota a gota, de un amor nuevo. Un amor de recuerdos, de esperanzas, un amor a la vida que se vuelve a abrir paso. Las manos de las madres, cuando dicen adiós, se van llenando de gotitas nuevas de cariño,de caricias para regalo, de abrazos para ellas que consuelen su dolor aún sabiendo que todo pasa, que habrá nuevos momentos de carne de su carne que vendrán a crecer con sus cuidados. Las manos de las madres se preparan entonces para socorrer necesidades y, sin pensarlo, gestan amor y lo destilan sabiendo que siempre, por siempre y para siempre tocaran con amor a sus criaturas.
Te miro, te veo Marisa Rubio Pedrero.