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21.10.2015 21:13

Y qué más voy a decir, si me cuesta parar de llorar y ya...  que con rabia, ando como la Tere  de Jesús que “Vivo sin vivir en mí” y en este delirio es difícil separar lo real de la ficción, ya no propia, porque no la creo yo, sólo me invade convirtiendo mis sueños en auténticas pesadillas de las que salgo sin saber sin son verdaderamente ciertas. Y sí, ya sé… el miedo y la incertidumbre tienen todo ese inmenso Poder que te puede dejar totalmente desarmada… Pero mi Jabata no se rendirá, eso es seguro!, porque es una auténtica ”Heroína de lo cotidiano” y no para de luchar por lo que quiere, aunque no se la conceda: ¡Ella sabe lo que se merece!

Qué esto es algo que quería hacer  y que nunca tenía tiempo: un pequeño homenaje a los primeros pasos de esta criatura tan hermosa que es el Club de Lectura de Librería Bravo que es el producto de todo mi amor y que siento tan bonito! Disfrutar de la peli. Yo sigo cuidándome.

Con todo el cariño: Marisa Rubio Pedrero

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19.10.2015 07:30

Llevo casi dos semanas muriéndome de la pena para tomar esta decisión, que después de la de dejar a mi hijo irse a vivir con su padre por su bienestar, está siendo para mí tan dolorosa como la de “abandonar” y “ceder, sin ni siquiera petición” de nuevo a mi más que preciada criatura a un hogar mejor que el mío, a la que he concebido desde el más infinito amor, le he dado la vida, amado y he cuidado con toda la devoción y dedicación del amor incondicional de una madre.

Sé por las sabias palabras de Khalil Gibran que:

Tus hijos no son tus hijos

Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.

Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos,

Pues ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes hospedar sus cuerpos, pero no sus almas,

Porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti

porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados (…).

Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea hacia la felicidad”

Y ya sé lo difícil que es practicar el desapego, cuando se ama tanto como se ama a los hijos, pero la vida me ha enseñado bien que dejar ir, no es dejar de amar, sólo es conceder esa libertad de vivir su propia vida al ser amado. Y sí, una vez realizada tu buena labor de crianza, disfrutar tú también de vivir tu propia vida y, lógicamente como la artista que soy seguir creando y dando vida a nuevas criaturas, porque la vida no se para en un solo parto, la vida continua, necesita continuar dando vida, creando constantemente y no se puede crear con una dedicación constante a algo en concreto que no desea seguir creciendo bajo tus cuidados.

También sé por experiencia que como dice el  Eclesiastés 3:

Todo tiene su tiempo

Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo:

tiempo de nacer, y tiempo de morir;
tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar;
tiempo de derribar, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír;
tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar;
tiempo de lanzar piedras, y tiempo de recoger piedras;
tiempo de abrazar, y tiempo de rechazar el abrazo;
tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido;
tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de rasgar, y tiempo de coser;
tiempo de callar, y tiempo de hablar;
tiempo de amar, y tiempo de odiar;
tiempo de guerra, y tiempo de paz.

Y es el tiempo para mí, de encontrar un tiempo nuevo, que me encuentro congestionada de horas interminables de preparar clases, hacer apuntes, aprender y aprender para poder enseñar, preparar encuentros, solicitar citas en lugares públicos, viajes interminables nunca remunerados,  y un sin  fin de cosas más que tengo que hacer para ganar solamente “el pan” con el sudor de mi frente y el coste de mi salud que se empieza a manifestar fuerte y claro. Un tiempo de calidad merecido y ganado.  Y vivir, queridos. Vivir mis tiempos, tanto los atados a la obligación como los concedidos a la devoción, al disfrute o a la sencilla pausa. Porque para que quiero vivir si no tengo tiempo de hacerlo, porque “Todo mi tiempo” está ocupado en hacer para los demás, lo cual es maravilloso y me encanta siempre y cuando pueda yo también disfrutar de mi tiempo y tratarme con el mismo cuidado y atención con el que trato a los demás.

Así que dejar ir a mi amado Club de Lectura es un acto doble de amor para mí: Me voy con el orgullo por todo lo creado y compartido, con la satisfacción de saber la obra que he realizado y su enorme valor, con la dignidad de un trabajo bien hecho y de su incuestionable aportación más allá de las lecturas realizadas, sabiendo que he contribuido a mejorar la vida de muchas personas; para ahora contribuir a mejorar la mía con el amor que le corresponde. Y seguir luchando por mis sueños como siempre, “sin prisas, pero sin pausas” como decía Rosana en su canción: “Me voy a vivir Mi vida”.

Agradezco sinceramente a todos y cada uno de los miembros del Club de Lectura tantos momentazos estupendos de compartir lecturas, risas, comidas riquísimas, confidencias, emociones y un sinfín de ratos inolvidables, algunos maravillosos y otros más amargos, qué de todo nos ha llovido. Agradezco a Manuela Bravo el que creyera en mis sueños tanto  del Club de Lectura, como de sus adjuntos hermanitos los Talleres, y me diera la oportunidad de ponerlos en marcha en su librería, ayudándome a hacerlos posibles; brindándoles un cálido hogar en el que han crecidos sanos y felices. ¡Qué mayor deseo para una madre!

Agradezco a todos los miembros de su familia, que siento como la mía propia, su incondicional apoyo y cariño a su librería y negocio, al que le ha venido tan bien esta preciosa criatura que es el Club de Lectura para marcar “su” diferencia. Y como no, agradezco desde lo más profundo de mi corazón el preciosísimo lujo de las visitas de nuestros autores que nos han enseñado a mirar con ojos distintos los libros y muy amablemente nos han brindado gratuitamente su tiempo, sus conocimientos, sus complicidades y talentos,  y que sin duda alguna han dado una buena parte del impulso a este precioso Club de Lectura al que creé con tanta ilusión y sin valorar el esfuerzo, de ponerlo en el estrellato de los Club de Lecturas más reconocidos y sin duda de éxito, y que lógicamente consiguieron tener  un escaparate de lo más lúcido para vender sus libros y ser leídos por un exquisito Club de Lectura.

Así que gracias, gracias, gracias a Ana Cañil que rompió el hielo de las visitas con su calidez, a mi buen amigo Pedro Crenes con el que tuvimos el placer de degustar sus microrrelatos, a mi queridísima amiga del alma Vanessa Montfort que nos enamoró con  su deliciosa elegancia natural, a la simpatiquísima e imaginativa Irene Ferb y su locura de cielo, a la encantadora Patricia Bermejo que se dejó secuestrar con total amabilidad, a la sorprendentemente divertida Nieves Concostrina que casi consigue “matarnos” de las risas para leer nuestro epitafio y por último a la muy prolifera y magnifica novelista Paloma Sánchez-Garnica.

Y bueno amado Club de Lectura no olvides que siempre te voy a querer, que sigo siendo tu mamá, que sigo estando ahí para cuando quieras creer necesitarme y poco más. ¡Te deseo una larga y feliz vida, como te mereces!

Y este no es un adiós como creativa  y como ser humano, es hasta siempre porque os llevo en el corazón y “creo” haberme ganado vuestra amistad más allá de la librería, sabéis que he estado cerca de vosotros con toda honestidad y sé, porque lo he sentido, que hemos tenido preciosos momentos de gran complicidad y apoyo, y espero que sigamos teniendo muchos más.

Es un hasta pronto, que me podréis encontrar si me queréis buscar, porque voy a seguir haciendo cosas estimulantes y dando mis talleres donde los pueda ajustar a mis tiempos y a lo que considero “su valor” en estos tiempos que vivimos que precisamente yo ya sé lo difíciles que son y que será mi propio hogar. Y vaya usted a saber, puede ser qué hasta incluso acabe yendo como invitada a algún Club de Lectura con mi obra publicada.Porque como profesional me debo un respeto y si bien no se me puede retribuir económicamente por el valor de mi trabajo, que menos que se reconozca de alguna forma mi aportación al estado de buena salud del que disfruta mi labor, tanto es así, como a un reconocimiento de mis criaturas creadas con mi imaginación y amamantadas con mi esfuerzo, mi propia personalidad, con el producto de mis sueños y bien nutridas con mi trabajo,  conocimientos y compromiso.

Así que no dejéis de leer, de crecer, de soñar…y Feliz Vida, amados lectores!

Marisa Rubio Pedrero, autora inédita y lectora empedernida, a la que no le importa volver a emprender desde cero, qué ya va teniendo musculo; aunque siga padeciendo de esa incertidumbre tan humana de ¿qué será de mí?, pero… ¿Quién dijo miedo?

15.09.2015 09:27

Qué complejos  que podemos llegar a ser en nuestra humanidad. ¿Alguna vez os han regalado una perla como: “Entiéndeme, no es nada personal”? Ya… el asesino a sueldo apuntándote a las sienes y pidiéndote perdón, porque encima le caes bien, pero te tiene que matar. Al fin de cuentas es su trabajo, entiéndele, no es nada personal,  es sólo su medio de vida. Pues anda, dale, que sea rápido le imploras, comprendiendo su razón de peso para quitarte la vida… ¡Ah, pero no! No suele ser así… Los sentimientos humanos no son tan razonables y comprensivos cuando se trata de supervivencia. Y si no aplicar el mismo ejemplo a la política en la actualidad, y no voy a entrar en detalles porque creo que el ejemplo ya es bastante explícito, todo lo demás sería mi propio juicio.

Yo que soy curiosa por naturaleza cuando escribí este cuento me planteé hacerlo desde todos los puntos de vista. Sí cada uno tenemos una percepción diferente de la realidad, yo no podía desaprovechar la ocasión de descubrir cuál era la de cada uno de los personajes: por eso lo dividí en cuatro partes y lo titulé “Errores comunes”. Quería dar voz a cada uno de los personajes y sus sentires. Os comparto con orgullo la última parte, que como podréis apreciar es un cuento por si sólo, con un narrador testigo objetivo a la vez que cómplice que es consciente de que aún a sabiendas de todo lo que pasa no depende de él lo que ocurra en la historia principal.

Este final de cuento espero con sencilla ilusión que sea un principio de despertar a la consciencia de que todo lo que tiene que ver con los sentires básicos humanos es y será algo personal y no voy a hablar de cuáles son, porque sé que todos los conocemos.

IV

Conozco a Fabián desde hace diez años. Y en su desperdiciada condición de hetero, es uno de mis mayores amigos, por su honestidad, confío en él como si de mí mismo se tratará. Conocí a Luna hace cuatro años. Es una mujer preciosa y apasionada, que ha sabido conquistar mi amistad más allá del respeto que ya le profesaba como artista. Y desde hace algo más de un año me siento con ambos en el medio de la confusión, casi ridícula, de dos personas que han descubierto un sentimiento que hay que sofocar a cañonazos.

Me consta que a Fabián le gusta Luna. Sólo hay que ver cómo la mira, cómo la come con los ojos. Posiblemente la desee más de lo que ha deseado en toda su vida, por eso resulta chocante que alguien como él, sexualmente activo como demuestra el número de amantes que he tenido el gusto de conocerle, sea incapaz de arrimarse a su mayor fuente de deseo.

Por otro lado, Luna hace un nudo en sus tripas para mantener una relación de pareja con alguien que no es la persona de la que está enamorada. Porque Luna sabe que ama a Fabián. También sabe que ninguno moverá pieza en esta partida. Aunque Fabián sintiera lo mismo por ella como no lo demuestra, íntimamente se siente rechazada, y así me lo comentó el sábado mientras comíamos.

Hoy se volverán a encontrar después de meses. Es mi cumpleaños e invité a los amigos y sus parejas. Luna vino sola. Le pregunté por Paolo, intuyendo su respuesta: “Se acabo, Antonio. No tenía sentido”. Fabián estaba en medio de la sala charlando con Martín y Pablo. Luna miró a la sala, se desprendió de su chaqueta que colgó en el perchero y se dirigió a la cocina a servirse una copa bien cargada de ron con coca cola.

— ¿Estás bien? —le interrogo poniendo a su alcance la bolsa de hielo.

— ¡Muy bien! —afirma sonriente, pero en su mano tiembla el cuchillo al cortar el limón.

— ¡Luna, qué bien que llegaste! —exclama Aurora, corriendo a abrazarla— Todos nos preguntábamos dónde estabas.

— Sí —dice apartando su copa del abrazo, sin disimular una mirada incrédula hacía Fabián—, todos.

— ¡Chicos, por fin llegó! —gesticula Aurora con los brazos dirigiéndose a la sala.

Y veo a Luna alejarse por el pasillo, arrastrada por Aurora hacia el inevitable encuentro, mientras respondo al telefonillo y dejo abierta la puerta de la calle a Luis que había ido a por más cervezas. Luna está saludando a todos los de la sala, deteniéndose en cada uno lo posible, entre su infancia y su momento actual, me imagino viendo su imperceptible avance. Tardará en llegar al centro de la sala, me doy cuenta viendo a Fabián que no le ha quitado la vista de encima a Luna desde que entrara, se sabe a buen recaudo allí entre Martín y Pablo que están de espaldas a Luna, igual que ella lo está de él. Pero mi salón no es tan grande como su desencuentro y finalmente llega el momento del dilatado saludo.

— ¡Cuánto tiempo! —le dice Fabián con naturalidad— Me alegro de verte.

Yo estoy pasando a su lado, justo en ese momento, pues me dirijo a cambiar el cd y rozó la mano de Luna que sigue temblando, mientras besa en ambas mejillas a Fabián, yo diría que sin mirarle, y excusándose con un luego te veo, se dirige a la terraza del salón llamando a Carlos, al cual yo sé que ella no puede soportar, y todavía le aguanta menos Fabián que la deja ir asombrado. Y no me extraña, a mí no me había quedado más remedio que invitarlo, pienso cambiando la música, pues es mi superior y no quiero tener problemas en el trabajo. Cuando me vuelvo, Fabián sigue allí plantado y con un gesto de cabeza me indica señalando a Luna que qué le pasa. Y yo que sé, le respondo al absurdo de que no hay mayor ciego que él que no quiere ver, y si Fabián no ve que Luna está dolida, allá líos.

La fiesta sigue, y las potentes risas que vienen de la terraza del salón, hacen que me asome a ver qué pasa. Luna está contando una anécdota que le había ocurrido en su última representación y su audiencia se muere de la risa. Yo en cuanto pillo el hilo de la historia también. Qué graciosa es, le digo al de al lado. Es Fabián, que acaba de entrar a la terraza.

— Sí, es fantástica —me asegura sin separse de la puerta del salón.

— Deberías decírselo a ella —le indico a Fabián, viendo a Luna que nos mira, secarse las lagrimas con aquella mano que noto temblar desde allí— o lo seguirá siendo. Habla con ella, joder —y le doy una palmada en el hombro.

Mostrándome el vaso vacío, Luna me indica que va a servirse otra copa, ¿Te traigo algo?, me pregunta pasando entre ambos de espaldas a Fabián. ¡Gracias preciosa!, y le garantizo que estoy servido mostrándole mi copa.

— ¿A qué tienes miedo? —le abordo a Fabián, que ha hecho el intento de ir tras ella, sin moverse del sitio.

— Ya sabes cómo es —se justifica—. Es Luna.

— Pues debemos conocer a dos Lunas distintas —le instigo, mostrándole mi salón que Luna ha convertido en pista de baile— La que yo conozco es esa —y la señalo con la barbilla— encantadora y preciosa mujer, con la que cualquiera de estos tipos, salvo mi Luis —me apunto— babean viéndola bailar porque está para comérsela...

— No sigas —me señala tirando compulsivamente de las mangas de su jersey como si no le llegaran al final de los brazos.

Y me muerdo la lengua ante su incomodidad, para no soltar aquello de: “y que además está loca por ti”, viendo a Luna, que había dejado de fumar hacía ocho meses, encender un cigarrillo, riendo, aparentemente divertida, por una chorrada que le decía al oído el gilipollas de Carlos.

— Está bien, amigo —tranquilizo a Fabián, observando cómo sigue tirando de sus mangas sin dejar de mirar a su fantástica Luna con ojos brillantes y enrojecidos, como si el humo del cigarrillo de ella estuviera entrando directamente en ellos, irritándolos a su paso.

— Sí —me asegura—, está todo bien.

Luna me toma de la mano sacándome a bailar, y nos marcamos un “Kissing a fool” de Michael Buble de verdadero escándalo, que finiquito, con una ceremoniosa reverencia a mi irresistible partenaire, para levantar la cabeza y encontrarme con los ojos de mi amigo que ha salido a la terraza de la cocina a charlar con Laura y Gabriel, y nos mira, parapetado tras ellos, a través de la ventana. Luna se gira y le ve.

— ¿No vas a hablar con él? —y vuelve el temblor a aquella mano entrelazada todavía a la mía.

— Hablar, ¿para qué? Antonio, ¿tú ves qué él quiera hablar conmigo?—no me deja opción a responder— Pues, ya está. He venido a celebrar tu cumpleaños y a divertirme.

— ¿Y te diviertes?

— Claro que sí, mi amor —y me besa la mano que todavía no me ha soltado y que sigue siendo testigo de aquel latir de tambores africanos— Sí —se auto convence afirmando rotundamente con su cabeza—, está todo muy bien —dónde oí eso antes, me pregunto—. Voy a ponerme la copa.

Y cogiendo el vaso vacío que había dejado para bailar en la mesa, la veo alejarse hacia la cocina. A todas luces, Luna, para mí era mucho más optimista que Fabián. Ella había agregado un “muy” al “bien” de “está todo”, y con tanto genérico positivo era hora de que yo me relajara y dejase de imaginar que algo no andaba como sería de esperar entre mis dos queridos amigos, que estaba claro que se querían entre sí y mucho, y me empezara a divertir en mi propia fiesta. Así que puse en el equipo de música nuestra canción y me dirigí a mi suculento yogurín para hacerle bailar conmigo. Ni siquiera Carlos hizo un comentario gracioso, de los suyos, sobre los maricones, así que realmente: todo estaba bien.

Y mi chico me comenta que parece que Fabián y Luna están discutiendo, porque él trata de retenerla del brazo y ella se ha soltado con tanta fuerza que casi tira a Fabián por la terraza de la cocina. Veo a Luna entrar en el servicio y me dirijo a Fabián que entraba al salón para preguntarle qué ha pasado. Me dice que nada, que estaba explicándole a Luna que últimamente se sentía cansado, que ya estaba mayor, y que por eso no le apetecía salir de casa, y que esa era la única razón por la que había dejado la compañía de Luna. Yo entiendo a la primera que se refiere a la compañía de teatro de Luna y no a ella. Mientras él continua explicándome que ella no parecía ni querer escucharle, cuando trataba de hacerla entender que a él no le pasaba nada raro con ella, que estaba todo bien, y que le había pedido que dejará de obsesionarse pensando que el hecho de su baja temporal del grupo fuera algo personal con ella.

— Ya —resumo su explicación, viendo salir a Luna del cuarto de baño con sus ojos todavía hinchados que brillan como cristales empañados—, nada personal.

Y escucho los primeros compases del “No hay que llorar” de Celia Cruz, que ha puesto Luis porque sabe, naturalmente por mí, que es la canción favorita de mi querida y herida amiga Luna.

Autora: Marisa Rubio Pedrero                                                                                    

02.09.2015 13:45

Porque sigo creyendo que todos llevamos un niño en el interior, que es el motor de nuestra creatividad, de nuestra alegría de vivir, de nuestro disfrute innato. Yo he decidido rendir homenaje a mi pequeña creadora a la que le encanta jugar y divertirse. Y yo que soy víctima de mis pasiones jjjjjj me dejo arrastrar encantada por esa niña que siempre seré.

Mi querida Marisita:

Mi preciosa niña de ojos profundos, de mirada sabia y sonrisa flanca. ¡Cómo te amo! Gracias por ser tan especial, tan apasionada como apasionante, tan llena de vida y de ganas de hacer y aprender; tan dulce y generosa; tan noble, tan fiel, tan atenta. Gracias por ese corazón enorme lleno de amor, de ternura, de devoción por lo hermoso. Gracias por ser tan explorativa y emprendedora inquieta; por atreverte a soñar e inventar maneras de salir adelante. ¡Gracias por tu valentía, niña!

Marisita, eres amor en estado puro y yo por eso te amo y te amare siempre, mi preciosa y valiente niña sabia.

Y a ti, adolescente rebelde y loquita que no sabías parar de vivir, de crear arte con cada una de tus respiraciones; a ti, tan movida como la época de los ochenta en Madrid que no te podías perder nada de todo aquel estallido creativo. A ti, soñadora e idealista; a ti, heroína sin miedos; a ti, libre y abierta a todo lo nuevo; a ti, chica de los pajaritos; “a ti te debo todo lo que soy”. ¡Gracias por todo lo vivido! Sigues siendo una chiflada estupendajjj

¡Te amo!

www.youtube.com/watch?v=C-vckbmEZYw

05.08.2015 21:38

Este fue mi segundo poema recogido en mi cuaderno de poesía. También lo compartí en el recital de Arganda de Noviembre de 2014: “El enfermo y la enfermedad”, y bien que no es una enfermedad a tratar con medicamentos propiamente dichos, aunque nos afecte a “tantos”, a veces: La soledad. Por supuesto, como adolescente yo la sentía bien latente aun estando rodeada de personas. Ahora, hoy, en este momento la disfruto… no siempre ha sido así.

04.08.2015 14:30

Yo empecé a escribir en la pre adolescencia. Mogollón de cuadernos con escritos y uno que conserve con cariño: el de poemas, al tener de tutor-mecenas nada menos que a José Luis Cano. Por lo que siempre estaré agradecida al universo por haber sido bendecida por semejante maestro que de forma absolutamente altruista apoyó, enseñó y comprendido más allá de las palabras en aquel momento tan difícil como para todos es el paso de la niñez a la edad adulta por ese terraplén bailón y desprovisto de lógica alguna que es la adolescencia. Y por si todo esto fuera poco, más allá del cariño y el respeto que me demostraba como escritora, estaba el hecho de que me considerase una musa inspiradora, algo que yo entonces no entendía y , honestamente, no creía merecer viniendo de donde venía y que ahora como maestra entiendo perfectamente lo que es sentir la inspiración que nutre el alma y que procede de cada alumno que confía, se deja inspirar y se convierten en una auténtica fuente de inspiración y gratitud por su existencia y aparición en tu vida. Hermoso, valioso y nutriente el estar dispuestos a aprender todo el rato de tantas infinitas fuentes como tenemos alrededor.

24.07.2015 13:51

La viajera de mis sueños no tiene edad. Se recrea con la curiosidad infantil dispuesta para la sorpresa, tiene del júbilo de la juventud más atrevida y goza del exquisito conocimiento de la edad.

A mi viajera, le gusta la belleza y ésta se encuentra en sus ojos que miran con amor la vida, las gentes, los paisajes, los atardeceres, los amaneceres, los anocheceres, los cielos pintados de nubes y los rebosantes de estrellas, los tejados, las fachadas, las montañas, los mares, los sonidos, los aromas, las costumbres, las culturas, el arte y la naturaleza.

La viajera de mis sueños nutre su alma con cada nueva visión, con cada nueva sensación y con cada nuevo disfrute. Mi viajera ama el lujo de viajar y se enriquece con cada uno de sus viajes.

Autora: Marisa Rubio Pedrero

Me encanta viajar, es de lo que más me estimula, así que como estoy de vacas en casa he decidido, como buena soñadora que soy viajar en el tiempo. Hoy viajaremos a Oporto (Portugal) en tres momentos distintos, ¿me acompañas? Disfruta conmigo de Porto.

El más reciente: https://youtu.be/ByaJhalRIaI

El anterior: https://www.youtube.com/watch?v=8rTYaULeUUU

Y el primero: https://www.youtube.com/watch?v=ZIyz4wdKiSA

13.07.2015 10:29

Para la ola de calor, traigo algo verdaderamente refrescante que quiero compartir con  vosotros. ¡Un cuento fresco, fresco!

Algo distinto, algo diferente. Una lectura que se puede acompañar con un estupendo Mojito cubano bien cargado de hielo muy picado, ron blanco, limas verdes, azúcar y hierbabuena. ¡Feliz degustación!

PEREZA

Quería una habitación con vistas, una cama con sábanas limpias y un armario lleno de ropa. Pero tenía que matar a alguien…

Y me daba una rabia. Bueno, más que rabia, por todo el daño que me había causado, me daba pereza, hacer el mínimo esfuerzo para librarme de ella, después de aquel desgaste; aunque ni mi estado de agotamiento impedía que, una u otra vez, este pensamiento invadiera mi ser hasta quitarme el sueño, el único descanso que me quedaba. No podía vivir así. No podía seguir así. No podía más... Era ella o yo. Porque vamos a ver, en principio, yo sólo buscaba una habitación con vistas.

Las vistas

Y más que con vistas me encontré con aquella visión de soberbia mulata, abriendo la puerta con una camisela, tan transparente que lo primero que vi fueron sus dos fresones que apuntaban hacía mí, tratando de escapar quizás de aquel forro, inútil por lo obvio, o mejor, me incliné a pensar en aquel momento, mandándome un mensaje muy claro: “Vamos a por ti”.

­— Te estaba esperando, papito —fue lo único que dijo.

Aquella irrisoria ventana que tenía la habitación de alquiler que me ofrecía, era tal que nada, pero ¡Dios!, cómo estaba ella. Era espectacular. Yo no había visto una mujer así en mi vida y menos a esa distancia. Me dijo su nombre pero no lo recuerdo. Era bella, la dueña de la casa, e inocente de mí, pensé que no me importaría que se convirtiera en mi dueña. ¡Qué prodigio de mujer tenía ante mis ojos!

­— No hagas eso con la cabeza, no me desapruebes todavía. Tú te hubieras encontrado en la misma situación.

La primera cláusula de mi contrato conmigo mismo estaba prácticamente firmada. No tendría vistas a un paisaje, pero tendría su visión. ¡Uh, apetecible! Un jugoso manjar con el que regalarme la vista cada día.

Una cama con sábanas limpias

Tras cinco años de convivencia con compañeros de piso masculinos, anhelaba unas sábanas como Dios manda. Limpias, suaves, aireadas como las de la casa de mi madre en el pueblo y no aquellas malolientes sábanas que almacenábamos en nuestras camas durante meses.

Sí, era bella, quizás la que más. Pero también era mujer. Muy mujer, la mulatota, de esas que se crecen ante los hombres porque se saben poderosas. Con el poder de un cuerpo que podría dominar a cualquiera, haciéndole creer ser el más afortunado del planeta. Como ella hizo conmigo.

Unas sábanas limpias al principio, y ella trampeándome con el papito para aquí, papito para allá. Cada día más ligera de ropa ella, cada día más atrapado yo por aquella provocación a la que no tardé en sucumbir. Dos mojitos en una noche de sábado y el tercero lo estábamos compartiendo en mi cama de noventa. Follamos toda la noche sin parar. Soy incapaz de explicar, no puedo, no sabría lo increíble que fue el sexo con aquella pantera claro oscura de sabor a ron.

Toda una noche no bastó, cada noche se tornó en el mismo ritual sexual absolutamente desinhibido, excitante, y creo que entonces hasta placentero. Total que mis sabanas, con tanta corrida y tanto sudor, no volvieron a estar limpias nunca más, por mucho que se mudaran a diario.

Bella, como finalmente la bauticé en mi cabeza, era una amante excepcional, fantástica, pero insaciable, y yo me sentía devorado por aquella mulata. Estaba acabando conmigo, me daba cuenta. Ya no era sólo que me tuviera al límite de mis fuerzas, con sus ansias, era que mi agotamiento era tal, que me llevó al hastío más absoluto. Nada me interesaba, estaba saturado de tanta pasión.

— Papito, ven con tu negra que está caliente —le escuché llamarme desde mi habitación, y me imaginé golpeándola con un bloque de hielo hasta que no quedara nada de aquella fogosidad nauseabunda, tan suya, y que a mí me tenía hasta la polla.

Un armario lleno de ropa

Quizás debí ser más específico y preciso en mis necesidades. Pues el armario lo tenía lleno de ropa; pero aparte de cuatro camisas y dos pantalones, el resto era de la maldita mulata. Poco a poco, al pasar cada noche en mi habitación, su ropa se fue mudando a la conquista de mi armario, y la mía fue al igual que yo perdiendo su espacio ante el allanamiento fogoso de la habanera.

“Anemia”, me dijo el médico. Yo que jamás había tenido que coger una baja por enfermedad. Pues a la cama, algo más que agradecerle a la cubana. ¡Menos mal que de día me libraba de ella!

Pese a mi apatía que me impedía hasta cambiar de posición por no hacer un esfuerzo, viendo la gravedad del asunto ya como un tema de pura supervivencia, aproveché la ausencia de mi amantis para arrastrarme hasta su habitat natural.

— ¡Será hija de puta!

Una habitación enorme, con una terraza que daba al Retiro. Una cama de uno treinta para ella sola, con sus sábanas oliendo a canela, suaves como plumas de oca, y limpias como la patena, y un armario. Sí, un armario lleno para mi sorpresa de ropa masculina. Cuántos tíos se habrían cepillado a la muy puta, me pregunté viendo con mareo el zoco de pantalones y camisas. Ya me quedaba más que claro quién sería su siguiente victima. Ya no me cabía ninguna duda de sus intenciones para conmigo.

Pero tenía que matar a alguien

Sabiendo lo que me esperaba, tendría que adelantarme y sacudir la pereza como fuera. Aquella habitación me correspondía a mí por derecho. Me la había ganado. Tendría que matarla y acabar con ella antes de que acabara conmigo. Y como en la guerra, tomar su habitación como terreno conquistado. Eso sí, sin demasiados esfuerzos.

Poco a poco fui convenciéndola que deberíamos viajar a su Habana, no quería que una vez que hubiera acabado con ella me empezaran a molestar si alguien la extrañaba, por ejemplo, en el trabajo. Se me hacía bastante creíble pensar que hubiera viajado a su país y decidido quedarse.

El día anterior, a nuestra supuesta partida, trajeron una gran cámara frigorífica que con persistencia se había encargado en sonsacarme para regalar a su gente, allá en La Habana, por supuesto, no dudé de cuál era el verdadero destino que la mulata deseaba dar a aquel aparato: una tumba para mí. ¿Me olvidaría en ella en el puerto al desembarcar?, me preguntaba quitando la tapa del embalaje para ver el tamaño exacto. Bueno, ya era lo de menos, yo la había descubierto, así que estaba preparado.

Aquella noche fui generoso con la mulata, tan fogosamente generoso como ella lo era conmigo. La di bien de candela, como a ella le gustaba. Me sentía realmente entregado a satisfacerla y hacerla gozar.

— ¿Te gusta así, mamita?

— ¡Ah! ¡Sí! —no paraba de gemir, al igual que no paraba de montarme— Sigue, sigue, sigue…

Y seguí. La hice alcanzar el éxtasis, cosa que antes ni se me hubiera pasado por la cabeza que pudiera lograr. Cuando se sacudía su cintura por fin estremecida entre mis manos, me aseguré de sacar mi dolorido miembro de aquel volcán que había estallado en erupción, y alcancé del cajón de la mesita la jeringuilla ya preparada con el “letalner”, que no dudé en introducir en su nalga de café cortado.

Puedo asegurar que no sufrió nada. Por un momento, hasta envidié su suerte, o acaso ella habría preparado una muerte tan dulce como aquella para mí. Es bien seguro que no. Sus nervios quedaron paralizados en cuatro segundos, ni siquiera debió sentirlo. Su fogosidad quedó satisfecha al tiempo que su ardor era sofocado y apagado para siempre. La tomé entre mis brazos y la llevé a la cámara frigorífica que la esperaba con la temperatura adecuada para extinguir cualquier resto de calor de la mulata, allí la dejé, para que descansara, relajada y dichosa.

 — ¿Quieres más hielo en tu mojito, mamita? Me queda mucha barra para picarte.

Y comprendí que sí, al ver el gesto de sorprendente gozo en sus labios que ahora se iban por el retrete en el desorden de las piezas de un puzzle cristalino.

Autora: Marisa Rubio Pedrero

02.03.2015 22:08

Aunque parezca que me he ido, que se sepa que no… qué Estoy!

Sigo obligándome a ser optimista: qué sí, qué ya sé… Qué todos sabemos y justo por eso INSISTIMOS: Queremos una vida mejor para todos.

Así que no voy a hablar de mis descalabros, de mis fallos y errores que con toda mi humanidad reconozco que cometo, porque lejos de ser perfecta o pretenderlo (me rendí hace tiempo de esa misión) tengo que aceptar que mis mejores intenciones no tienen por qué llegarle a todo el mundo, ni mis mayores aciertos ser interpretados de igual manera en su recepción.

Sencillamente no soy feliz, no estoy radiante… ESTOY y me siento bien en este ESTAR Y SER, tan simple como una chuche. Sin parafernalias, sin luces de colores,   sin ensoñaciones. Estoy y respiro, soy y eso me asegura que es tan sencillo como que tengo la oportunidad de seguir creyendo en mí, en mis sueños y en un mundo mejor para “lo conocido”, mi pequeño universo que ya he comprobado que se amplía por contagio vital con la experiencia.

Por eso tengo motivos para celebrar mi vida: nada ilustre, nada sensacional. Sólo tengo momentos pequeños de celebración; grandes para mí que Voto por la vida y que Apuesto por amar el don que se me ha concedido: VIVIR.

Esto yo lo sé, no es importante, no tiene relevancia, no me va a hacer famosa ni hacer que publiquen mis libros. No importa, lo único valioso para mí es que me sigáis leyendo y beneficiándoos de esta mi pequeña APORTACIÓN a esos cambios personales insignificantes en cuantía y valiosos para todos en la construcción desde nuestro “YO” de esa mínima mejora que es el mundo que habitamos.

Y pasado el mes del amor por excelencia, por decreto comercial o por aquello que queráis. Una que hasta hace cuatro días ha sido tachada de romántica, sentimental, idealista, soñadora y hasta fantástica con pájaros en la cabeza, que han debido volar (los pájaros, digo jjj) hace ya bastante tiempo a climas más amables y menos atareados en su sencillo empeño de SER; se sigue concediendo la licencia de soñar sus anhelos en pocas líneas que alguien considera meritorias de entrar en una final de un Certamen y publicar en su revista: https://www.cbrenan.com/certamen_el_amor_es_el_mejor_dis.htm.

La simple confusión de no creer en lo que más creo me llevo a estas líneas:

Anhelos amorosos disfrazados de placeres

El amor se me disfraza en tu sonrisa infantil.

Se alboroza mi ternura en una chirigota de caricias

voladoras de mi yo a tu yo,

de mi ser a tu ser.

Se me ensancha el alma en el carnaval de tu mirada

que no engaña mi sentir tras tu mascarada.

Me transformo realizando el sueño de amarte,

me visto de anhelos gozosos, de besos sabrosos

y trepo carnal en la comparsa de nuestro baile de tapujos.

Beso tu piel simulando alegrías

y orgías de sensualidades.

Me apasiono con tu voluptuoso sabor.

Abrazando la locura de tu amor,

me regocijo en tu cuerpo,

en el desenfreno de los placeres ocultos

tras el antifaz de nuestros deseos más velados.

Me dejo fluir en tu esencia amada,

me acoplo al ritmo de nuestros cuerpos

entregados al desenfreno de dar

placer al amado y gozo al esperado

lujurioso que esconde deleites gozosos.

Me enredo en la capa de tu promesa

y deduzco la magia de tu compromiso.

Te acercas y alejas en el bullicio

de gente perdida en la agitación

de no encontrarse en este follón

de algo tan sencillo como el amor.

Aquí simplemente te espero yo,

sin otro disfraz que la pasión.

05.01.2015 23:34

Así de radiante empecé el 2015, porque es el año de “la niña bonita”. Con esperanza en un año de cosas bonitas que es muy de agradecer, con la que nos está cayendo. Y ahora que sé quiénes son Los Reyes Magos y tengo una edad razonable para dirigirme a ellos de tú a tú, y no en nombre de mi hijo como cuando él era pequeño y creía sin asomo de dudas en sus preciosas majestades; les escribo esta carta con la intención de que mañana, me hayan traído lo que les pido para mí y los que amo, y porque quiero poder mantener esta sonrisa radiante durante la mayoría de los días del año que ha comenzado.

Queridos Reyes Magos:

Llevo un año esperando para escribir esta carta. Un año donde he ido apuntando en mis cuadernos las cosas que quiero, muchas claros, por lo que simplifico para no aburrir.

A ti Melchor te pido un saquito de salud: para nuestros mayores, nuestros niños, nuestros familiares, nuestros compañeros, nuestros amigos y para nosotros, todavía más, porque no se puede cuidar si no se está bien. Prometo que me encargaré de repartirlo con humanidad y sencillez a toda esa gente que lo necesite, porque yo estoy muy agradecida de disfrutarla y hablo de autoestima, de equilibrio, de desarrollo personal, de fe, de confianza, de solidaridad, de apoyo y colaboración: “nos nutrimos”. Estimado Melchor hablo del reconocimiento y el valor del Ser y Estar de cada uno de nosotros.

A ti Gaspar te pido na menos que prosperidad. Quiero decir que trabajemos menos, nos divirtamos más y que ganemos el triple. Qué produzcamos mucho haciendo lo que más nos gusta y nos paguen con más dinero del que podamos necesitar. Qué se realicen nuestros sueños y cada uno de nuestros proyectos sea fructífero. ¡Qué sabemos que hay abundancia para todos y qué basta ya de carencias y de conformismos!

Y a ti Baltasar, mi favorito, te pido lo más importante. Te pido que la gente vuelva a creer en el amor. Te pido para la cantidad de personas que ya no creen en el amor y que cuando lo encuentran, huyen despavoridas por miedo, un toque de atención amorosa en grado máximo. Así que espero que todos tengamos más contacto, más abrazos, más mimos, más besos, mejor sexo, más encuentros en persona. Qué nos llamemos mucho, que nos interesemos por lo demás y nadie se sienta sólo cuando no quiera estarlo. Sé que te lo he puesto difícil porque el amor es el motor de todo: la mejor medicina, la mayor fortuna y lo más valioso de cada uno de nosotros mismos. Confío en ti totalmente, Baltasar.

Ya sabéis que el año pasado he sido más que buena, he sido mí mejor yo y que merezco tener todo lo que quiero. Y sé que la gente a la que conozco también se han portado estupendamente y que se merecen el bienestar que se han ganado.

¡Muchas gracias!

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