Cada vez que te miro te veo más grande
Cada vez que te miro te veo más grande
Siento tu latido interno, fluyes por mi cuerpo con la vitalidad de una intrépida amazona. Resuelta y fuerte.
Te sientes vulnerable y pequeña. Y yo cada vez que te miro te veo más grande.
Te agitas y revuelves nerviosa ante las transformaciones que percibes de manera sutil fuera de ti, y a galope tendido en tu interior al grito de: “¡A la carga!”.
Vives confusa y sientes vértigo ante esta incertidumbre de no reconocerte en tu propia vida.
Luchas con valor contra cada uno de tus miedos y no te concedes el honor del triunfo por no creer merecerlo.
Luchas con el coraje del amor como única arma y todavía no te otorgas el merito de lo valiosa que está siento tu aportación en el universo.
Te envuelves derrotada y exhausta. Te acurrucas vencida en tu capullo sin entender a qué se debe ese no poder más.
Te cuesta reparar en esa lucha constante contra tu propia naturaleza, tus miedos, tus creencias y debilidades.
Te encoges pequeñita.
Necesitas un abrazo acogedor.
Necesitas que te acaricie el cabello enredado de dolores.
Necesitas sentir esa paz que no parece concederte tu eterna batalla interior.
¡Ven, amada mía!
Va siendo la hora de transformarte en mariposa y volar libre y feliz.
¡Vuela, mariposa, vuela!
Ilumina el cielo con tu luz mágica, inspira armonía a la propia naturaleza que te creó amorosamente.
Vuela ligera y tan alto como quieras, en la inmensa abundancia del infinito.
Déjate fluir y llevar con mimo por la brisa suave que te facilita el viaje.
¡Vuela, mariposa, vuela!
Alcanza cada uno de tus sueños.
Realiza tu misión de comunicar alegría del ser y estar.
Enamóranos, mariposa, con tu preciosa vida y tu exuberante vuelo.
¡Vuela, mariposa, vuela!
¡Vuela tranquila!
Autora: Marisa Rubio Pedrero