El otoño y su oscuridad
Tan contradictorio y tan cierto: Con esos colores luminosos, únicos, bucólicos la naturaleza como cada año nos recuerda que en su horas todo recobra la calma en nuestro ser, en nuestro pequeño y limitado universo.
La creatividad tiene un adentro, un seno oscuro en el que se alojan las miles de semillas que son promesas de vida y que no pueden ver la luz hasta que empiecen a brotar, arropadas en el vientre de la madre tierra que es nuestra naturaleza creativa.
Todo cae con la caída de las hojas, mientras el árbol regresa a su seno, a su raíz. Y el ser humano a su ser, a su latir soñado. Y por fuera se ve un derrumbe, un desmoronamiento mientras dentro aparece la luz todavía muy pequeña de una hoguera interior.
En estas horas del otoño la creatividad entra en su propio sueño y llega a pasar horas a la sombra, en la penumbra en la oscuridad, cálidamente abrazada por la madre tierra, para revivir en primavera.
Todo revive al calor del silencio. Todo árbol plantado se vuelve otoño, se vuelve silencio.
El Otoño nos recuerda a la muerte al tiempo que a la vida, porque nos evidencia el sentir del corazón, puede que fatigado en su latir, y su amor a la vida.
En este otoño es como que aparentemente mi vida se apaga. Lo cierto es que la vida se reúne y se congrega en el seno del silencio para después renacer. Y puede ser que parezca presa de su adentro, de su interior, de su propio seno.
Es mi otoño, que es paciente con cierta dosis de impaciencia. Es despojo, desapego, trasparencia, se me caen las hojas y mi bosque se muestra tal cual es. Cuando se me han caído las palabras, cuando se han detenido mis deseos, cuando han cesado mis expectativas, mi alma se ha vuelto transparente de la trascendencia que le habita.
Y aquí estoy aprendiendo a ser otoño para después ser primavera y huir de la oscuridad precipitándome a esa radiante luz del día.
Estas son mis primeras acuarelas que he pintado sobre el otoño: mi estación del año favorita por sus colores. Las pinté en verano.
Marisa Rubio Pedrero